Cualquier persona que haya viajado en avión más de dos horas ha sufrido la incómoda y desagradable sensación de estar viajando dentro de un frigorífico, con ese frío que se mete por el cuerpo. Muchos pasajeros, acostumbrados a esto, se equipan con sudaderas o la típica 'rebequita', aunque vayan a viajar al Caribe, e incluso ya se empiezan a abrigar antes de que el aparato despegue. Pero esa sensación continúa durante todo el viaje y, por mucho que el pasaje pida a la tripulación que suba la temperatura, poco está en sus mano para mejorar esa situación.
La explicación de por qué sentimos frío cuando volamos está compuesta de diversos factores que tienen que ver con la baja humedad, la renovación del aire, el sedentarismo y el agotamiento y, ante eso, un auxiliar de vuelo no puede actuar.
Los aviones más utilizados por las aerolíneas son el modelo Airbus 320, 330 y los Boeing 737 y 777-200. Según las características técnicas de estos aparatos, la temperatura en cabina puede regularse entre los 18 y los 30 grados centígrados pero, por lo general, es muy poco común que se llegue a los extremos. La climatización del avión se regula desde comandancia y "normalmente seleccionamos una temperatura alrededor de los 24 grados una vez en crucero", explica Álvaro Canosa, comandante de avión ejecutivo.
Por otra parte, el senior manager estándares y procedimientos de Iberia, Jesús Elices, comenta que en los aviones comerciales "puede ajustarse dentro de un rango de unos pocos grados arriba o abajo por el sobrecargo del vuelo, desde la propia cabina de pasajeros".
A esto se suma que, en aeronaves de largo radio (los más grandes), la tripulación puede acomodar esa temperatura por secciones, con el objetivo de que el ambiente sea confortable para todo el pasaje. Hay que tener en cuenta que las personas emiten calor corporal y, cuantos más pasajeros haya en una sección del avión, más calor hará. Jesús Elices explica que "en los aviones de Iberia tenemos la opción de regular la temperatura en las distintas zonas de la cabina de pasaje, aunque, por ser un espacio abierto, cada una influye en las zonas contiguas" y eso puede provocar que haya personas que sientan frío y otras no.
Está claro que todo lo que tiene que ver con volar en avión es pura ciencia. En este sentido, la humedad y los metales no se llevan bien, ya que ésta genera corrosión, y lo mismo sucede con los mecanismos eléctricos, que tampoco son muy amigos del agua en el ambiente. Por tanto, cuanta más humedad haya en la aeronave, más costoso será el mantenimiento de la misma y más peligro corre el pasaje, ya que el riesgo de sufrir un cortocircuito y un incendio durante el vuelo aumenta.
Aún así, en un avión no se deja nada al azar y no hay que preocuparse ya que, por mucho que haya humedad en el ambiente, el sistema eléctrico está bien protegido y asegurado para que un cortocircuito no afecte a la seguridad del pasaje.
Además, Elices cuenta que los niveles de humedad en las aeronaves "son tradicionalmente muy bajos porque el proceso de compresión del aire necesario para obtener la presurización de la cabina elimina una gran cantidad de su humedad". En consecuencia, la humedad relativa del aire en cabina suele ser menor del 5% pero "eso no tiene un efecto adverso importante más allá del confort de nuestras mucosas", recalca.
Pero estos bajos índices de humedad en el interior provocan un ecosistema propio de un clima de frío seco. En este sentido, Según la Organización Mundial de la Salud, la humedad en las cabinas de los aviones suele ser muy baja y esto contrasta con lo que dice la Agencia de Protección Ambiental (EPA). Este organismo recomienda que los hogares mantengan los índices entre el 30% y el 50% para que las condiciones de habitabilidad sean óptimas para la salud.
Según los expertos en meteorología consultados por elEconomista.es, con una baja humedad relativa en el ambiente, si el pasajero se sitúa cerca de un aparato de aire acondicionado, la sensación térmica de frío se incrementa. A pesar de tener una temperatura de 24ºC en la cabina del avión, los pasajeros experimentarán sensaciones térmicas de 14ºC.
Jesús Elices dice al respecto de esto que, para obtener una sensación confortable en cabina, "se mantiene una ventilación continua del aire, que tiene por resultado que la sensación térmica sea inferior a la que correspondería a esa misma temperatura, con el aire en calma. Es como estar expuesto a una ligera brisa". Esto es lo que se conoce como windchill factor o factor de enfriamiento eólico.
Finalmente, el sedentarismo en el avión (estar sentado sin moverse) y la fatiga son otros dos factores que también incrementan la sensación de frío. El cansancio puede producir una disminución del funcionamiento del metabolismo, lo que hace que la temperatura del cuerpo descienda.
La hipoxia se define como la falta de oxígeno en sangre, células y tejidos del organismo que provoca que éstos dejen de funcionar. Los factores que influyen parar que una persona tenga hipoxia son, entre otros, la altitud y la temperatura ambiente. Las temperaturas extremas de frío o calor ponen en marcha varios mecanismos de ajuste del cuerpo como el ahorro de oxígeno hasta que el cuerpo se aclimata a dichas temperaturas, por lo que esa economía del oxígeno puede provocar hipoxia.
Álvaro Canosa asegura que para que la hipoxia sea afectada por la temperatura "hay que hablar de valores extremos en los que el cuerpo, para resistirlos, tenga más oxígeno" y gracias al aislamiento que proporciona el fuselaje del avión, nunca se llega a ese tipo de temperaturas. "He estado en lugares a cero grados en el exterior y la temperatura dentro de la cabina nuca la he visto por debajo de los 10 grados, gracias al aislamiento del avión", cuenta.
Por su parte, Jesús Elices también desmiente que la temperatura en los aviones sea más baja para evitar desvanecimientos: "La hipoxia no depende en absoluto de la temperatura, sino de la presión del aire que respiramos", dice.
En ese sentido, los aviones son obras de ingeniería que consiguen mantener la presión en la cabina en condiciones adecuadas en cualquier circunstancia del vuelo para que no afecte a las personas. Además, en el poco probable caso de que se produzca una despresurización, la aeronave cuenta con mascarillas de oxígeno para el pasaje, precisamente, para evitar la hipoxia.
Por tanto, el mejor consejo para no pasar frío en el avión es evitar que el chorro de aire nos dé directamente e intentar realizar pequeños paseos en los vuelos de largo radio. Sin olvidar, evidentemente, la 'rebequita' para cubrirnos.